El 20% de las personas sin hogar en España son mujeres. En la calle hay menos mujeres que hombres pero las que llegan están en peor situación. Muchas tienen una enfermedad mental, otras presentan adicciones. Los recursos afrontan el reto de atender sus necesidades específicas y sacarlas de la invisibilidad.
Una locura hizo que Sarabia perdiera su casa, su hijo y llegara a la calle para quedarse durante seis años. Pero desde hace un año está decidida a cumplir una locura aún mayor: recuperar su vida y no volver a la calle. Con 43 años, le gustaría poder volver a trabajar y, de hecho, desde hace poco participa en un taller donde le ayudan a buscar trabajo. “Soy una mujer nueva pero quiero ir con mucho cuidado. Hace un año que dejé de beber y quiero seguir la terapia”, explica.
Como Sarabia, muchas mujeres han vivido o viven en la calle. Comparadas con el número total de personas sin hogar son una minoría invisible. Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), publicadas a finales de 2012 y que se refieren a la realidad de las personas sin hogar en centros de alojamiento y para comer, cifran en un 20% las mujeres sin hogar. El 57 % son de nacionalidad española y la mitad dice no tener buena salud.
En Barcelona, la Llar de Pau acompaña específicamente a mujeres en situación de sin hogar. El año pasado por esta casa de convalecencia pasaron 60 mujeres, todas en un estado de salud muy frágil. “El perfil de las mujeres que llegan a Llar de Pau ha evolucionado; muchas están desamparadas y con enfermedad mental, y eso es un reflejo de la situación en la calle, donde las mujeres están peor”, afirma Albert Sabatés, director de Llar de Pau.
El caso de Ángela es un ejemplo. Con 49 años, ha pasado la última década angustiada. En poco tiempo perdió a dos seres queridos, se separó del marido y sufrió una embolia que la hizo dependiente de muletas para caminar. Con problemas de alcoholismo, dejó su piso y pasó por varias habitaciones de realquiler hasta llegar a la calle, donde estuvo un tiempo con su pareja. A principios de año llegó a Llar de Pau para recuperarse física y mentalmente y ahora tiene ganas de seguir adelante y de “volver a tener un hogar” con su hijo.
Expuestas a más violencia
Ángela y Sarabia coinciden: no le desean a nadie acabar en la calle y menos aún a una mujer. “Los primeros meses de estar en la calle no podía dormir, pasaba las noches dando vueltas y a las 7 de la mañana me ponía a dormir. Una vez mientras dormía me robaron la manta pero no me atreví a decir nada por miedo a una agresión”, recuerda Sarabia.
Los datos del INE confirman las palabras de Sarabia: al 40% de las mujeres sin hogar las han agredido, el 61% ha sufrido robos y el 24 % ha sido víctima de agresiones sexuales. Quizá por eso las mujeres en la calle evitan zonas como parques y jardines oscuros y tienen más predisposición a ir en grupo, señala el informe La situación de las personas sin hogar en Barcelona de la Red de Atención a Personas Sin Hogar.
Pensar más en las mujeres
Según el estudio Les personas en situación de sin hogar de Barcelona, de la Fundación Bofill, porcentualmente hay más mujeres sin hogar en los centros residenciales que en la calle; el motivo es que las mujeres solas con hijos o que padecen mayor vulnerabilidad, antes de quedarse en la calle, acceden a recursos como habitaciones de alquiler, centros específicos o pensiones. En Barcelona existen centros para personas sin hogar que son mixtos, otros sólo para hombres y unos pocos, como Llar de Pau, que se dirigen específicamente a mujeres.
“Una de las cuestiones a mejorar es que en los centros la atención a la mujer en los aspectos más básicos está identificada pero no contemplada”, afirma Anna Skoumal, trabajadora social en Arrels, que añade: “Las mujeres necesitan cosas diferentes. ¿Cómo es que a los hombres se les ofrece poder afeitarse y las mujeres no se pueden depilar? Para una mujer, la imagen y la higiene son muy importantes y están vinculadas a la autoestima”.
Uno de los retos importantes es potenciar la perspectiva de género en los servicios y actividades que se ofrecen desde los centros de acogida mixtos y apoyar recursos específicos para mujeres “porque hay mujeres que, por determinadas circunstancias, presentan un proceso de recuperación más lento, no quieren saber nada de los hombres y necesitan un espacio donde sentirse seguras”, asegura Anna Skoumal.
Y aún hay más retos, como reforzar la red de atención a la salud física y mental. Según Albert Sabatés, de Llar de Pau, “muchas mujeres entran en una lista de espera demasiado larga cuando piden acceder a tratamientos de salud mental y adicciones”. “En la red de salud no hay plazas suficientes y en ocasiones se añade la dificultad de que los centros no quieren acoger a personas con diferentes problemas a la vez, como problemas de salud mental y problemas de drogas o alcohol.”
Hacen falta más pisos que se conviertan en el hogar definitivo para las mujeres sin hogar, que incorporen la visión de género y ofrezcan apoyo. Y hay que fomentar la inclusión laboral y superar las desventajas que, a veces, las mujeres deben superar por motivos de género.
¿Por qué hay menos mujeres que hombres en la calle?
Ante situaciones difíciles las mujeres resisten más que los hombres. Pueden pasar años en los que la situación se degrada, los recursos personales y sociales se acaban y se llega a la calle. En este proceso, los hombres flaquean antes y las mujeres agotan todos los recursos que podamos imaginar para acceder a un techo. Por eso hay menos mujeres en la calle y las que llegan lo hacen en peor situación que los hombres, física y mentalmente.
Suelen ser mujeres solas sin cargas familiares que por el camino no tenían cabida en recursos para familias monoparentales con hijos o centros para víctimas de violencia. Sin embargo, proporcionalmente tienen una presencia superior en los equipamientos para personas sin hogar que en la calle porque tienen más cuidado que los hombres de su seguridad personal.
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Esta entrevista la encuentras también en el tercer número de la revista Arrela’t (pdf).