Cerca del 70% de las personas que viven en la calle en Barcelona no esperan acceder a un lugar donde vivir


Casi el 70% de las personas que viven en la calle en Barcelona no tiene esperanza de vivir próximamente en un alojamiento y cuatro de cada diez no tienen a nadie con quien contar. Cuanto más tiempo pasa la persona viviendo en la calle, más se agrava su situación y la falta de salidas. Sólo el 46% de las personas que viven al raso dicen haber sido atendidas por servicios sociales o por una entidad social en los últimos seis meses y el 19% dice que el último lugar en el que ha dormido es un recurso institucionalizado. Lo explicamos en el informe Vivir en la calle en Barcelona.

La noche del 15 de junio salimos por las calles de Barcelona para encuestar a personas sin hogar; localizamos a un total de 1.231 personas y entrevistamos a 354. Gracias a sus respuestas hemos profundizado en su situación y ahora lo recogemos en la cuarta edición del informe Vivir en la calle en Barcelona. Radiografía de una ciudad sin hogar.

Los datos que se derivan de la encuesta nos confirman que, si no se da una respuesta rápida y adaptada a las necesidades de cada persona, su situación se deteriora rápidamente y dificulta aún más que la persona pueda mejorar y dejar de vivir en la calle. La falta de recursos, la saturación que sufren los servicios y un enfoque basado en la temporalidad perpetúan la situación y la convierten en crónica.

De promedio, las personas que entrevistamos hace cuatro años y cuatro meses que viven en la calle; se trata de una media elevada y que todavía no ha recuperado la media de tiempo previa a la pandemia, cuando hablábamos de tres años y cinco meses. En este sentido, la mayoría de las personas encuestadas, casi el 70%, lleva más de seis meses en esta situación. Destaca que más del 70% solo ha vivido en la calle en la ciudad de Barcelona.

Por primera vez, hemos preguntado a las personas que viven en la calle cuál ha sido su último alojamiento y por qué lo han perdido. En el 21% de los casos, su último hogar ha sido una vivienda de alquiler y en un 5% de los casos ha sido una vivienda de propiedad; es decir, son personas que tenían un lugar relativamente seguro y que han pasado a vivir al raso. Llama la atención que, para dos de cada diez personas entrevistadas (el 19%), su último alojamiento ha sido un servicio institucionalizado y después ha tenido que dormir en la calle. En la mayoría de los casos (un 12%) se trata de albergues, pero también encontramos a personas que han salido de prisión, de viviendas que gestionan servicios sociales o entidades sociales, residencias y centros sociosanitarios, y centros de protección a la infancia y la juventud.

La temporalidad de los recursos o alternativas que encuentran las personas que viven en la calle es otra constante en su situación. Un tercio de las personas que hemos entrevistado ha vivido en la calle en diferentes ocasiones y otro tercio nos ha explicado que en los seis meses previos a la encuesta había dormido alguna noche a cubierto. En el 44% de los casos, como mínimo, el último alojamiento en el que han dormido era temporal o inestable, como albergues, hostales, pensiones, viviendas ocupadas o instituciones. “Que haya personas que han vivido en varias ocasiones en la calle no solo muestra las carencias del sistema de protección social y de los recursos temporales; también explica que la gente intenta, a pesar de todo, salir de la situación de calle”, afirma Marta Maynou, responsable del equipo de Acogida de Arrels.

La pérdida de trabajo, los problemas con la familia o una separación de pareja, los problemas relacionados con la vivienda y el hecho de migrar de un sitio a otro son los principales motivos de pérdida de alojamiento que nos han explicado las personas que viven en la calle. Destaca que el 5% de las personas dice no haber vivido nunca en una vivienda estable.

Sin expectativa de vivir en un piso ni contar con alguien

Además de preguntar sobre el último alojamiento y los motivos de pérdida, la encuesta que hicimos el pasado junio también incorporaba, por primera vez, cuestiones sobre la expectativa de futuro de las personas y las posibilidades de acceder a un sitio en el que dormir o vivir.

Casi el 70% de las personas (el 68%) no espera poder ir a vivir a alguna vivienda o alojamiento próximamente, mientras que un 20% afirma sí estar a la espera. En concreto, el 5% de las personas entrevistadas nos explicaron que estaban en lista de espera para acceder a un albergue, el 4% esperaba entrar en un piso de entidades o servicios sociales y otro 4% de las personas podrían pagar una habitación por ellas mismas o con la ayuda de amistades.

“Son muchas las personas que carecen de expectativas, que no esperan nada. Hay pocas esperanzas de ir a un recurso para personas sin hogar y uno de los motivos es que mucha gente se queda fuera porque no puede cumplir lo mínimo que se les pide… Se trata de un doble castigo, porque no tienen casa y es muy complicado que accedan a un centro”, explica el director de Arrels, Ferran Busquets.

En este contexto, también hemos preguntado a las personas si, en su día a día viviendo en la calle, tienen a alguien con quien contar. Cuatro de cada diez personas consideran que están solas. Ocurre en el 39% de los casos de las personas nacidas en el Estado español, en el 36% de los casos de las personas nacidas en otros países comunitarios y en el 47% de los casos de las personas extracomunitarias. Si nos fijamos en la edad, el 47% de las personas menores de 25 años también dice que no tienen a nadie con quien contar.

Por otro lado, el 11% de las personas entrevistadas dice poder contar con profesionales de servicios sociales o de entidades sociales, el 8% confía en vecinos y vecinas y un 5% explica que puede contar con trabajadores y trabajadoras de los comercios y tiendas del barrio.A més de preguntar sobre l’últim allotjament i els motius de pèrdua, l’enquesta que vam fer el juny passat també incorporava, per primera vegada, qüestions sobre l’expectativa de futur de les persones i les possibilitats d’accedir a un lloc on dormir o viure.

 

Una atención social insuficiente y que llega tarde

Desde que en 2016 salimos por primera vez a entrevistar a las personas que viven en la calle en Barcelona, ​​hemos incorporado siempre la pregunta de si las personas reciben o no atención social, tanto por parte de servicios sociales como por parte de entidades sociales. Este dato había sido siempre parecido, con algunas fluctuaciones, pero en la última encuesta que realizamos el año pasado hemos obtenido el porcentaje de desatención más elevado de todas las ediciones de la encuesta, como en 2016. En 2020, en plena pandemia, el 41% de las personas nos explicó que no había recibido atención social (pública y privada) en los seis meses anteriores de ser entrevistadas. El pasado año, este porcentaje era del 47%.

En el caso específico de la atención por parte de servicios sociales, solo una de cada tres personas dice haber sido atendida en los seis meses previstos a la encuesta. En la mayoría de los casos (93%), esta atención la han recibido de los servicios sociales de Barcelona y en un 3% de los casos la han recibido de los servicios sociales de otros municipios catalanes.

Para Marta Maynou, responsable del equipo de Acogida de Arrels, “vamos muy tarde. Tanto en Barcelona como en el resto de Catalunya no hay ningún recurso que asegure que una persona no pasará una segunda noche al raso. No hay ningún recurso que frene”. “Las personas tardan cada vez más en ser atendidas y, en consecuencia, cada vez hay más personas en una situación más deteriorada. La situación es cada vez más grave”, añade.

Si nos fijamos en las personas más desatendidas, vemos que solo una de cada cuatro personas menores de 25 años dice haber recibido atención por parte de servicios sociales en los seis meses previos a la encuesta. A medida que las personas llevan más tiempo viviendo en la calle, más nos explican que han recibido algún tipo de atención social, tanto de servicios sociales como de entidades sociales. Esto significa que, en su mayoría, la atención social llega cuando las personas ya viven en la calle y que el sistema de protección tiene rendijas. Según datos de la encuesta, menos del 30% de las personas que entrevistamos y que llevaban seis o menos meses viviendo en la calle habían sido atendidas por servicios sociales; de todas ellas, la mayoría (un 77%) había recibido esa atención social cuando ya vivía en situación de calle.

 

¿Quién vive en la calle en Barcelona?

Durante la noche del 15 de junio detectamos al menos 1.231 personas viviendo en las calles de Barcelona. El 28% de estas personas estaba en el distrito de Ciutat Vella, el 24% dormía en las calles del Eixample y el 15% y el 13% pernoctaban a la intemperie en los distritos de Sants-Montjuïc y Sant Martí, respectivamente.

A través de las preguntas de la encuesta sabemos que:

  • El 90% son hombres, el 8% son mujeres, el 0,3% son mujeres trans y el 0,3% de género no binario. Destaca el hecho de que el 38% de las mujeres ha nacido en Barcelona y que las mujeres que han nacido fuera de Barcelona llevan, ​​de media, 15 años y medio viviendo en la ciudad.
  • Tienen 44 años, de media. Las personas más jóvenes han nacido en países extracomunitarios y comunitarios. Las personas mayores han nacido mayoritariamente en Cataluña y el resto del Estado español.
  • El 70% de las personas son migradas. Año tras año constatamos que las personas migradas de otros países se encuentran sobrerrepresentadas entre las personas que viven en la calle en Barcelona; en cambio, en el conjunto de la ciudad y según el padrón municipal, las personas migradas son el 29% de los vecinos y vecinas. Ser migrante es un factor de riesgo. De media, las personas que entrevistamos hace una década que viven en Barcelona y principalmente vinieron a buscar trabajo; el 74% de las personas migradas y sin hogar sólo ha vivido en la calle en Barcelona.
  • Una de cada cinco personas que viven en la calle no sabe leer o escribir o no tiene ningún nivel de estudios terminado. El 40% de las personas nacidas en España tiene estudios equivalentes a la ESO, mientras que las personas migradas presentan más polarización y son las que tienen menos y más nivel de estudios.
  • El 69% de las personas no tiene ingresos. Únicamente el 26% de las personas que viven en la calle tiene ingresos regulares como prestaciones sociales, pensiones o trabajos irregulares o contrato; se trata de ingresos insuficientes que no garantizan cubrir las necesidades básicas. En el caso de las personas migradas, solo el 6% accede a prestaciones sociales; para las personas en situación administrativa irregular es muy difícil acceder a la documentación básica y, en consecuencia, a un trabajo o prestación.
  • Solo hay tres acciones muy básicas que, como mínimo, la mitad de las personas cree que pueden realizar con cierta facilidad: ir al lavabo, alimentarse y acceder a servicios higiénicos algún día de la semana. Al contrario, explican que es especialmente difícil conseguir dinero, alimentarse caliente, realizar alguna gestión o trámite de documentación y tener un lugar cubierto donde descansar durante el día.

 

Más información:

Leave a Reply

Your email address will not be published.