Miquel
Quince años viviendo en la calle.
“Con la misma rapidez con que desaparecen de la faz de la tierra las huellas de la guerra, también puede desaparecer el recuerdo del horror de la memoria de los hombres. Yo no quiero olvidar. El pasado nos fascina como un espejismo en la tarde triste. Mi pasado, un largo sueño revivido en el crepúsculo, una serie interminable de paisajes catastróficos vomitados por la enorme boca de la noche.
He optado en mi creación por esta forma de novela gráfica poética que, por ser la poesía la forma de arte más pura, se presta a vuelos de mayor idealización y de ternura.
Vivo mi pasado en mi presente. La vida aborrecible que viví ayer tiene continuación en la que relato hoy. Es el drama existencial de los arrojados a la calle. Es la sordidez de una tragedia personal abocada a la mayor de las miserias que, cualquiera que la haya sobrevivido, llevará grabado en su rostro y en su alma por el resto de sus días. Un mundo inconexo, enigmático, en un silencio y en una soledad inexplicables, con una tensión que presagia acciones de una violencia incontenible. Un mundo lleno de represalias, de aflicción y de dolor.
Es el horror, el sobresalto que nos causan las cosas que pululan a nuestro alrededor, las que nos son más familiares y que, de pronto, se convierten en extrañas y peligrosas fuera de nuestro control. El transitar sin rumbo por la ciudad nocturna, donde las sombras se recortan insidiosas y las tinieblas construyen la escenografía de una pesadilla amenazante. Confiar solo en uno mismo. Estar solo, elegir el aislamiento como estrategia de resistencia. Como un esclavo mudo lucharás triturando el dolor entre tus dientes. Y nunca veremos una luz tan pura como en aquel momento que alumbre los eslabones de las cadenas rotas.”
Puedes escuchar la historia de Miquel en este vídeo de la campaña #1miliodegracies y en este vídeo del proyecto Homelessfonts: