Juan
Más de 15 años viviendo en la calle.
“Es habitual que las personas estén en la calle mucho tiempo. Yo he estado más de 15 años. Cuando estás en la calle, día a día, sientes y saboreas que la sociedad pasa de ti. Te rechaza. Llega un momento que eres tú que también rechazas a la sociedad. La ves como un enemigo. Quedas fuera, excluido del mundo. Ellos están en una orilla y tú en la opuesta. Nadie te ve. Te dedicas a sobrevivir y malvives, intentando que no te den una paliza, que no te roben las bambas o el móvil. Me han agredido muchas veces, pero nunca lo he denunciado. Creo que es perder el tiempo. También es verdad que hay gente que se comporta. En Poblenou, he estado más de diez años. Había gente que me ayudaba con comida, ropa… No todo es malo, pero una gran mayoría sí…
Hasta que un día, de repente, ves que se acerca el invierno, que volverás a pasar frío y te planteas que no vas a estar así eternamente. El noviembre pasado, hablé con la pareja de voluntarios que me visitaba semanalmente en la calle y pude acceder primero a una pensión y ahora estoy en un piso compartido. Los voluntarios vinieron durante años cada semana a Poblenou. Me ofrecían ayuda, intentaban convencerme y yo: ‘no gracias, no quiero nada’.
Ahora estoy que todavía que no me lo creo. Me parece un sueño, ¡tengo las llaves de casa, un lavabo, una ducha, una cama! Esto se te queda olvidado cuando estás en la calle. No te duchas, ¿y qué? No vales para nada, pues ¿qué importa? Ahora no tengo que estar todo el día tenso, vigilando. Valoro todos los detalles. Me siento relajado y bien conmigo mismo. Ha sido una liberación de tensiones. ¡Qué tranquilidad ahora! Lo peor es la noche, por eso muchos se unen para dormir. Pero yo siempre he dormido solo, lo prefiero. Me siento nuevo, como si no fuera yo. Lo voy asimilando poco a poco. Me sigo sorprendiendo: unas llaves, una ducha…
Voy cada día a Poblenou, donde tengo ambiente. Tengo amistades de todas las edades, personas que están en la calle y otras que no. Yo le digo a mucha gente que por qué no van a Arrels, que quizás les pueden ayudar igual que me ayudaron a mí. Ahora tengo la experiencia y puedo ser un ejemplo para otras personas de que al final podemos hacer un cambio. Pero hay personas que les molesta que les digas nada, están convencidos de que nadie les va a ayudar. A veces les hablan muy mal a los voluntarios. A los voluntarios yo los admiro. Establecen una relación de tú a tú sin forzarte y, a cambio de nada, te echan una mano. Ahora, la pareja de voluntarios me ven como a otra persona.”