‘Hola, ¿que tal? ¿Cómo estás?’. Solo con estas palabras, nuestros equipos de calle empiezan a trabajar la relación con las personas que viven al raso y a hacer vínculo. Una vez que se consigue este objetivo, las educadoras visitan estas personas periódicamente en su recorrido diario por los diferentes barrios de la ciudad. A menudo se trata de charlar un rato con ellas e intentar que estén lo mejor posible, de acuerdo con sus circunstancias. El seguimiento de las personas que acompañamos es integral y no se acaba nunca, implica un compromiso estable. Pero, a veces una de estas personas muere. ¿Qué pasa entonces a Arrels?
Si a una persona difunta la encuentran en la calle, nuestros equipos no reciben ningún aviso. Aun así, a veces nos enteramos que alguna persona con la cual teníamos contacto ha muerto, sea por los vecinos u otras fuentes de información. ‘Lo que hacemos para confirmarlo es intentar saber, poniéndonos en contacto con el Instituto de medicina forense o el juzgado, si aquella persona es la que conocemos’, explica Beatriu Fernández, coordinadora del equipo jurídico. ‘Esto pasa a menudo, que nos llega el aviso que ha muerto una persona y nosotros activamos mecanismos para intentar saber quién es. A veces hablamos con los equipos del ayuntamiento y nos preguntamos mutuamente’, añade Bob Walker, educador de calle.
El equipo jurídico trabaja, también, con información que le proporcionan los Mossos d’Esquadra, que a veces nos comunican la muerte de personas que presuntamente viven en la calle. También, alguna vez, hemos aportado datos para ayudar a identificar alguna persona. La identificación es muy importante para poder encontrar su familia o amistades y que la persona se vaya acompañada; también para que los suyos sepan de su muerte. ‘Intentar contactar a los familiares son temas jurídicos, pero también sociales’, valora Bob.
La soledad, incluso en la muerte
Además de la identificación de la persona, es determinante el lugar donde ha muerto. Si la persona ha muerto en la calle, quien interviene en primer lugar son los servicios de urgencias médicas y Mossos d’Esquadra. Entonces, su cuerpo pasa al depósito de cadáveres. Mossos lo pone en conocimiento del juzgado para determinar si ha sido una muerte natural o violenta e intentar identificar el cuerpo mediante las huellas dactilares.
A continuación se hace un informe forense que establece identidad y causas de la muerte. Pero, ‘no hay manera de tener acceso a esta información, tampoco como entidad vinculada a estas personas’, expresa Bea Fernández. Ella recuerda todavía el caso de dos chicos que murieron de hipotermia en la calle. ‘Lo supimos porque acompañamos a los familiares de una de estas personas. Como que era familiar y lo acreditó, tuvo acceso al informe forense’, dice.
Una vez establecidas las causas de la muerte, si el juzgado considera que aquella es una muerte natural se cierra el expediente y se recogen los datos con finalidad estadística. Si se establece que la causa de la muerte es violenta se tiene que abrir la investigación. ‘Por eso, necesitan testigos o algún indicio que dé información de la muerte de la persona. Si no hay ningún indicio y no hay nadie detrás que presente una denuncia o de testimonio, aquel expediente se cierra, a pesar de que pueden haber indicios de muerte violenta’, afirman desde el equipo jurídico.
Un acompañamiento hasta el último momento
Las muertes en la calle son muy imprevistas. Son muertes que pueden ser fruto de una agresión, que son repentinas, por consumos, por enfermedades no diagnosticadas, por el frío… la mayoría de las muertes en la calle son inesperadas. Muchas veces son muertes en soledad, una soledad que acompaña las personas que han vivido o viven en la calle incluso después de muertas. Por eso, desde Arrels nos preocupamos porque las personas que acompañamos tengan una despedida como cualquier persona, con unos derechos garantizados. ‘Si yo muriera, ¿qué harían conmigo mis familiares y amigos? Este acompañamiento que tendríamos no se cuestiona. El de las personas sin hogar sí, por eso nuestro acompañamiento como entidad es integral, incondicional y para siempre, si la persona así lo quiere. No son un número, son personas, las queremos y hay implicación emocional para nosotros. Por eso nos coge de sorpresa cuando una persona muere en la calle. Incluso nos sabe mal porque no sabemos qué quería la persona. ¿Quizás algún otro tipo de ceremonia? Es una pena cuando se encuentran gente en la calle con la cual no hemos podido llegar a hablar’, dice Robert Walker.
Una vez la persona está identificada, la autopsia está hecha y las causas de la muerte establecidas, la persona se tiene que enterrar. El juzgado se pone en contacto con la funeraria, que recoge el cuerpo. Si hay familiares, la funeraria se encarga de ponerse en contacto con los familiares para hacer un entierro. Si no hay familiares, se tramita un entierro de beneficencia. Muchas de las personas que atendemos desde Arrels, que mueren en el hospital o en pisos, tienen un entierro de beneficencia. Para eso, los equipos de Arrels llaman a los servicios funerarios del Ayuntamiento de Barcelona y ellos se encargan del entierro. Son entierros sin coste, que van a una fosa común o a nichos sin placa ni identificación.
En el momento que sabemos que la persona es difunta intentamos hacer todo el posible porque tenga un final digno: identificar la persona, si sabemos de algún familiar, amigo o alguien que conocía la persona le informamos de su muerte, y cuando sabemos el día y hora del entierro acompañamos el féretro hasta el entierro. ‘Esta es la parte más humana, y después hacemos el acto de recuerdo a las personas que han muerto los últimos doce meses de manera colectiva’, relata Bea Fernández.
‘Justamente el pasado viernes hicimos un entierro y fuimos algunos compañeros de Arrels, tres del Ayuntamiento y tres compañeros de calle de la persona muerta. Actualmente una de estas personas está alojada en un piso nuestro, otra en el Pis Zero y la tercera vive en la calle. Y fue un momento muy emocionante. Hablamos de cómo es el entierro de beneficencia y uno de ellos quedó muy impactado. Es esto, tienes el nicho en Montjuic, sin nombre, sin placa ni nada. Es muy crudo, y esta persona le dijo a las dos otras: ‘nosotros también acabaremos aquí, qué poca dignidad, ni un nombre…’, apunta Bob Walker.
Las personas que viven en la calle no tienen derecho a un velatorio; es un derecho vulnerado que tiene que ver con el dinero. Los entierros de beneficencia solo implican transportar el cuerpo al cementerio y ponerlo en el nicho. ‘Depende de la persona y el vínculo, también de la persona voluntaria que vaya al entierro, pero siempre intentamos dedicar unas palabras, dignificar el momento. Repartir unos recordatorios de la persona, unas flores y decir unas palabras. Es un momento muy humano que es muy necesario, también para nosotros, porque en nuestro trabajo la muerte no es una cosa puntual. Dentro de todo es una cosa bastante cotidiana. Cuando marchamos de vacaciones tres semanas, siempre se muere alguien. Son personas muy cronificadas, desgastadas, tienen vidas complicadas’, añade la Nuria Masamunt, del equipo de suport de Arrels.
Derechos vulnerados, incluso después de la muerte
Arrels participa actualmente en una proposición de ley de medidas urgentes para hacer frente al sinhogarismo. Es un proyecto de ley de varias entidades y profesores de universidades por el cual se piden una serie de medidas para acabar con el sinhogarismo de calle. Entre estas medidas está el derecho a los servicios funerarios. La propuesta del proyecto de ley implica, entonces, que las personas que mueren y viven en la calle tengan derecho a un velatorio. ‘Porque ni esto tienen: se mueren en la calle, nadie sabe quienes son, los entierran y punto. Realmente, es un derecho que todos tenemos reconocido si pagamos, pero al que por ser pobres no tienen derecho. Todo el mundo se merece una despedida’, remacha Bea Fernández.