Ahora hace 20 años nació el taller ocupacional de Arrels, La Troballa, con el objetivo de ofrecer un espacio de encuentro y socialización donde las personas que viven o han vivido en la calle puedan ocupar el tiempo de forma que se sientan útiles y valoradas. Con esta premisa se ha desarrollado un proyecto centrado en las personas, que se adapta a cada una de ellas y que ha evidenciado la importancia de la ocupación del tiempo.
“Elvira, ¿cuántas libretas crees que podemos tener para Sant Jordi?”, pregunta una de las trabajadoras de Arrels a la persona voluntaria que coordina el área de encuadernación del taller. Ella hace un cálculo y la conversación deriva en la tela que se usará para forrar las libretas. Se acercan dos personas trabajadoras más y dos más que acompañamos y participan en el taller. Todas opinan sobre el producto y dan ideas sobre cómo podrían presentarlo. Tienen que pensar cómo dibujar la rosa en la tela sin que se marque demasiado. “¿Y si lo hacemos en color dorado? ¿Y si mojamos la tela antes de pintarla?”. Se acerca Sant Jordi y el taller es una olla donde hierven muchas ideas.
Y es que el taller de Arrels es un lugar donde confluyen muchas personas con trayectorias de vida diferentes que se suman al proyecto con ganas y energía. Participan en todo el proceso de creación de las piezas que se elaboran, como por ejemplo las rosas y los puntos de libro. “Hacemos el diseño con la colaboración de las personas que han vivido en la calle y que vienen cada día al taller. De hecho, este año haremos las rosas con una tela estampada con dibujos que han hecho ellas mismas”, comenta Anna Rodríguez Titos, educadora del programa ocupacional de Arrels.
A las personas que participan en el taller les gusta mucho Sant Jordi. “Es un día muy importante para toda Cataluña, pero a nosotros se nos añade el tema que hace mucho de tiempo que estamos trabajando para este día, los objetos que hacemos salen a la calle y esto nos da mucha gratificación”, dice Anna.
Libretas que son anclas en tierra
“Lo que hacemos en el taller es artesanía. Cuando alguien viene y lo compra o viene cómo hacemos algo desde cero y cómo se convierte en una libreta, veo que a la gente le gusta. Yo las hago con cariño y me gusta que se vendan y que las guarden, significa que están bien hechas”, dice Abdel, una de las personas que colabora en el taller de Arrels y que acompañamos. Él es un veterano en este espacio; viene casi cada día desde hace siete años.
Abdel, así como otras personas que se encuentran usualmente en este espacio, ha aprendido aquí no solo encuadernación; los objetos que manipula con tanta dedicación le han devuelto las ganas de hacer cosas, le han ayudado a mejorar la autoestima y le hacen sentirse útil. “Lo que hacemos en el taller no viene de una fábrica, viene de manos de personas que no tenían nada y que ahora están participando en algo”, reflexiona. “Cuando vives en la calle no haces nada en particular. Pero aquí en el taller aprendemos, yo estoy en encuadernación, hago libretas, manipulación. Me entretengo, no paso el tiempo nada”, valora.
Precisamente, el objetivo de La Troballa es ofrecer un espacio donde ocupar el tiempo y en el cual las personas puedan expresar y desarrollar habilidades que habían perdido o que desconocían que tenían, desde una vertiente ocupacional del tiempo. “No es tanto lo que hacemos, sino por qué lo hacemos y con quien lo hacemos. Los objetos son de alguna manera una excusa para crear y generar vínculo”, explican.
Ocupar el tiempo con actividades, una necesidad para todo el mundo
Cuando una persona vive en la calle, ocupa su día a día buscándose la vida: tiene que ir al comedor, a ducharse… busca recursos para sobrevivir. “Cuando una persona vive en la calle todos los días son iguales. Estás sentado en el suelo con uno bote, vas a desayunar, te tiras al suelo, alguna gente te mira cono desprecio y otra te trae un bocadillo”, explica Armando, a quien acompañamos desde hace cuatro años.
El hecho de pasar tanto de tiempo sin una actividad concreta, una ocupación como las que nos estructuran a todas las personas, hace que quien vive o ha vivido en la calle necesite recuperar hábitos. Despertar inquietudes y motivaciones, entonces, es importante y terapéutico.
Por eso, desde Arrels intentamos que las personas que acompañamos recuperen algo a hacer que las estructure en su tiempo libre, que las ayude a trabajar habilidades personales y de competencias y a relacionarse con el grupo. “Desde que entra una persona en el taller nos conectamos con ella mediante los pequeños trabajos. Así descubrimos sus habilidades. Porque queremos que ocupe su tiempo con sentido, que esté arraigada”, explica Anna Rodríguez Titos.
Cuando las personas tienen una ocupación hacen un cambio de visión de sí mismas, tienen más confianza, se comparan en el tiempo y se ven bien. “En estos momentos se ve la resiliencia, como la gente se transforma cuando vuelve a tener una ilusión. Para la vida es necesario tener objetivos, es la manera de ser feliz”, comenta Rocío Alonso, responsable del proyecto ocupacional de Arrels.
Apelar a la creatividad
El taller de Arrels nació ahora 20 años. Entonces, el equipo creó un proyecto alrededor de las artesanías, con ocho persones participantes, y fueron creando el proyecto desde las necesidades que detectaban. “Apostamos por el tema de la elaboración de artesanías porque vimos que era una manera de apelar a la creatividad. El hecho de que no fuera un producto repetitivo que se hace en serie, a pesar de que hay personas a las cuales esto les va muy bien, sino que el hecho de pensar productos únicos y elaborarlos nos ha dado un sentido. No es lo mismo pensar que una pieza que estás haciendo la usará un niño o una niña, que ejecutar mecanismos de montaje”, explica Rocío.
Las personas que participan en la elaboración de piezas en el taller también establecen una relación con el producto desde la estética: trabajar con piezas bonitas es gratificante. “Un día en el centro abierto me propusieron venir al taller y el primero día me inflé de hacer estrellas. Cuando empecé a venir al taller, en una o dos semanas me había olvidado de la calle”” recuerda Armando. Y añade: “Me gusta trabajar cono la gente, explicar qué hay detrás de cada cosa que hacemos. ¿Ves este pequeña objeto? Pues no se solo un producto, detrás hay personas. Y para mí, el taller es, además de trabajo, mí familia”.
Más información
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