“Pasad, pasad, adelante!”, nos invita José Luis con una sonrisa inmensa. Hoy es una ocasión especial para él, pero también para las educadoras del equipo de calle que vienen a visitarlo. En diciembre del año pasado, José Luis entró a vivir en un piso después de dieciocho años de dormir en la calle. Acompañar este proceso, después de tanto de tiempo de dormir al raso, es el próximo objetivo que nos hemos planteado trabajar junto con él y con las 21 personas que empezaron a vivir en un piso gestionado por Arrels en 2023. En total, la entidad garantiza un hogar a 267 personas.
José Luis hace tiempo que cuenta con el acompañamiento de los equipos de educadores sociales de Arrels y el 30 de diciembre entró a vivir en un piso. Laia Jallow, una de las educadoras del equipo de Apoyo a la Persona que hace seguimiento de las personas alojadas, fue quién le dio la noticia. “¡Qué bueno, no me lo creía!”, explica José Luis.
El piso en el cual vive ahora es pequeño pero acabado de reformar. “Vine con Laia. Todo era nuevo. De estar en la calle a estar aquí dentro, poder cerrar la puerta, poder cerrar los ojos por la noche… Hay mucha diferencia. Antes, en la calle, no descansaba, no cerraba nunca los ojos del todo. Estar tranquilo, hacerte tu propia comida cuando tienes hambre, no ir a los comedores, es muy diferente. Yo cocino bien. La gente me lo dice: ahora te veo mejor que antes. Solo entrar me hice un pastel de carne”, dice, y ríe.
Hoy nos ha esperado con una tortilla de patatas, embutidos, anchoas y unos cuántos platos especiales para celebrar que estrena casa. Antes de sentarse a almorzar nos enseña el piso. Dos habitaciones, una salita, lavabo y cocina completan su hogar. Aquí se siente seguro, tranquilo. Nos enseña los armarios, la habitación, la tele que le regaló una señora. Está orgulloso de tener este espacio para él solo.
Todo esto que está viviendo José Luis es posible gracias a la tarea coordinada de diferentes equipos de la entidad. “Programamos los pasos que tenemos que hacer para que el cambio de pasar de vivir en la calle a vivir en un piso no sea brusco”, explica Laura Garcia Sancho, educadora del equipo referente de José Luis.
Una adaptación progresiva y con acompañamiento
José Luis recibe, cada semana, la visita de Laura y otras compañeras que ofrecen acompañamiento a las personas a las que garantizamos alojamiento desde Arrels. “Primero, hay que conocer a la persona e intentar escoger, de entre las oportunidades que tenemos, el piso que más se adecue a ella. Por ejemplo, tenemos en cuenta si tiene movilidad reducida, si es una persona autónoma y en qué grado lo es. Después, le acompañamos a ver el piso, le enseñamos cómo es el barrio e intentamos trabajar el vínculo para que poco a poco tenga confianza en nosotros. También le ayudamos en las gestiones que necesite, como hacer el DNI, ir al médico, incluso ir de compras, si es necesario”, comenta Laura. El objetivo es que se alcance el máximo de autonomía, dentro de las posibilidades que tiene cada persona.
“Todavía me estoy acostumbrando; me cuesta dormir a la cama. El resto, no. Yo soy una persona ordenada y limpia. Y el problema que he tenido para adaptarme en otros pisos o albergues en los cuales tenía que compartir es que no me acostumbraba a tenerlo todo desordenado, a veces sucio, que te roben… A veces es complicado”, explica José Luis.
A pesar de que él prefiere estar solo, la soledad puede ser un problema para todo el mundo, y también para las personas que acompañamos, sobre todo al principio. “Intentamos estar muy presentes en estos momentos, porque en este cambio no se sientan solos. Además, trabajamos con un equipo de voluntarios y voluntarias que acompañan las personas que viven en un piso. Una parte de este equipo es de proximidad, son vecinos y vecinas del barrio donde viven las personas que atendemos, que se han ofrecido para hacer este tipo de voluntariado. También tenemos otras personas voluntarias, que acompañan las personas que atendemos aunque no vivan cerca de su casa. Ellas ayudan las personas a que no se sientan suelas, las acompañan a hacer gestiones y están cerca en su día a día”, explica Laura.
Una rutina tranquila para recuperar hábitos
“Cada día me levanto, me ducho y aseo un poco. Después hago un café, pienso qué cocinaré y me voy a comprar. A veces, voy al mercado; el otro día me compré una lubina. Vengo a cocinar, repaso la cocina. Y por la tarde miro el móvil o la tele”. José Luis se va adaptando a la nueva rutina de a poco. Por eso, también lo estamos acompañando en la gestión de su tiempo y le ofrecemos de participar en varias actividades.
“Dos tardes en la semana voy a Arrels, hago teatro y voy a la coral. Estamos preparando algunas presentaciones con el grupo de teatro, y ahora ya hemos fichado más gente”. José Luis ya ha invitado sus compañeras y compañeros del grupo a conocer el piso. “Todavía no han venido, quieren venir todos juntos. Tendría que pedir sillas a los vecinos… Ya haremos algo. Una carne adobada iría bien”, sonríe.
Participar en actividades y poder gestionar la ocupación del tiempo es una de las cuestiones que tenemos en cuenta cuando la persona empieza a vivir en un piso. “Hacía mucho que no cocinaba, no tenía lugar para hacerlo. Ahora es el que más disfruto. Hago judías, estofado, sopa… De hecho, yo había trabajado de cocinero”, dice.
Ahora, y después de tantos cambios, lo que quiere José Luis es tranquilidad. Estar en casa lo ha ayudado a estar más relajado, tener aficiones y poder planificar o soñar con un futuro más dulce. “Quizás vuelvo a hacer escultura, como había hecho hace tiempo. Puedo usar la habitación pequeña, estar tranquilo y trabajar. O también me puedo ir de vacaciones, ¿quién lo sabe?”, dice.
Más información
– Creemos que los recursos se tienen que adaptar a las personas y con este objetivo hemos buscado diferentes soluciones residenciales durante años.
– Durante el 2023, hemos alojado 267 personas. Conoce los datos de la memoria 2023.
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