Vecinas que recogen una placa caída y la vuelven a enganchar. Equipos de calle que encuentran la placa de recuerdo con el nombre de una persona que visitaban sin descanso cuando vivía en el raso y que se paran a rendir homenaje. Personas que han vivido en la calle, que han perdido amigos y amigas que también vivían a la intemperie y les dedican unas palabras. Estos días hemos salido a recordar a las personas sin hogar que nos han dejado en dos acciones públicas que se han construido con pequeños gestos ciudadanos y que os queremos explicar.
Recorrer las calles de Barcelona para visitar a las personas que viven al raso, ofrecer una ducha o un espacio para descansar durante el día, acompañar al médico a una persona que empieza a vivir en un piso… En nuestro día a día acompañamos en la vida, pero a menudo también acompañamos en la muerte. Nos pasa diariamente a Arrels y otras entidades y servicios que en Barcelona afrontamos el sinhogarismo.
Para hacerlo visible, despedirnos de las personas que nos dejan y reivindicar el derecho al recuerdo, desde hace ocho años organizamos un acto público que compartimos con la ciudadanía. En los últimos dos años, hemos salido también por todos los distritos de la ciudad y hemos puesto más de 450 placas con más de 450 nombres e historias diferentes de las personas sin hogar que nos han dejado. Son dos acciones llenas de sensibilidad y que provocan gestos emocionantes en muchos vecinos y vecinas de la ciudad, estudiantes y personas diferentes.
“No recuerdo muy bien su cara, pero recuerdo que en este rincón siempre había una señora con sus cosas. Es curioso que antes casi no las veía y ahora me hubiera acercado a esta señora”, dice Emma sobre Alicia, una mujer que vivía por las calles del Eixample y que murió con 61 años. Junto a otras vecinas organizadas en la entidad Esquerra de l’Eixample Acull, Emma ha salido a colocar algunas placas de recuerdo por su barrio. “Que no queden escondidas, es lo que intentamos”, añaden.
El año pasado, una vecina de Les Corts nos contactó preocupada: la placa que habíamos puesto en la plaza Comas para recordar a Mariona había caído por el mal tiempo. Cuando murió, Mariona tenía 31 años; desde hacía unos meses, dormía en una pensión, pero pasó mucho tiempo a la intemperie, acompañada de su amiga Arantxa y de decenas de libros. Sentía el rechazo de algunos vecinos, pero también el apoyo de otros muchos. Este año, de hecho, las vecinas nos han contactado de nuevo y nos han acompañado para poner la placa de recuerdo de Mariona y otras personas sin hogar del barrio.
“Pensaba que poner una placa no importaba, ¡pues sí que importa!”
Si en pocos días hemos podido poner más de 450 placas de recuerdo por toda Barcelona ha sido gracias a los 375 alumnos de nueve centros educativos que se han implicado en la acción. Además de gritar #nadiesinrecuerdo, la mayoría de estos jóvenes ha abierto la mirada y eso, para nosotros, es lo más importante.
Imad murió en la calle, precisamente cuando todo el mundo estaba en casa confinado a causa de la pandemia por la covid. Le apasionaba el fútbol y solo tenía 22 años cuando murió víctima de violencia. “Con esta placa, lo recordaremos y lo haremos visible”, explicaba la profesora Laura Muñoz a una decena de estudiantes de primero de bachillerato de la escuela López Vicuña. “Impacta mucho saber que gente muy joven haya muerto en la calle totalmente sola”, reflexionaba Carlota, una de las alumnas. “Nos pensamos que la gente de la calle es peligrosa, los evitamos, no les damos conversación y realmente no entendemos la situación que viven”, argumentan Sara e Isabel, alumnas de integración social del centro de estudios Ceir-Arco.
Algunos centros educativos, como la escuela Guinardó, han querido ir más allá en la reivindicación y han puesto algunas de las placas de recuerdo en espacios con elementos de arquitectura hostil, que dificultan el día a día de las personas sin hogar. Otros centros, como el López Vicuña, han decorado las placas de recuerdo para hacerlas más visibles y tierna. “A una alumna le sorprendía que hubiera gente que se parase a leer la placa. Pensaba que no importaba, ¡pues sí que importa! Haciendo visibles a estas personas podemos cambiar la visión del mundo”, comenta una de las profesoras.
Recordar a quien ha vivido contigo en la calle
Recordar a las personas sin hogar que nos han dejado es hacerlas visibles, pero para otras personas que viven y han vivido en la calle significa mucho más. Son compañeros y compañeras, amigos y amigas, parejas con las que habían vivido a la intemperie, se habían ayudado y acompañado.
Es el caso de Antonio. Era muy amigo de Josefina, que nos dejó en 2021 a causa de una enfermedad. Hacía veinte años que Antonio no subía al metro, pero hace unos días se atrevió para llegar al Paseo de Gracia y colgar allá la placa que recuerda a Josefina.
Aniano se ha acercado estos días al taller La Troballa de Arrels y, con otros compañeros y compañeras, ha recordado a José, con quien compartió piso muchos años. “Era muy buena persona”, decía emocionado. “Colgar estas placas significa mucho, es algo que no se puede olvidar. Yo cada día me recuerdo de Tete, vengo al taller y pienso ‘falta Tete’”, comparte Jaume.
“Yo era muy amigo de Martí. Últimamente, iba muchos días a su casa y le hacía la compra. Pero, una mañana, me dijeron que lo habían llevado a urgencias. Lo fui a ver y lo encontré muy raro… Una semana después murió y ahora lo echo de menos”, nos leía Jesús durante el acto de recuerdo que la semana pasada organizamos ante la Catedral.
En este último acto de recuerdo, hemos leído los nombres de 66 personas sin hogar que, durante los últimos doce meses, nos han dejado en la ciudad. Compañeros y compañeras de vida en la calle, personas trabajadoras y voluntarias en muchas entidades, vecinas e incluso turistas de nos hemos parado durante un rato para recordarlas. Unos metros más allá, en las murallas y junto al mercado, cuelgan dos placas que recuerdan a Rostislav y José. Queremos pensar que el sentimiento de recuerdo que llenaba la plaza de la Catedral también les llegó.