Empezar a vivir en un piso y sentirse en compañía, el primer paso para recuperarse de la vida en la calle


Alfonso, Camilo, Ernest, Lidia, Tomasz, Youssef… son algunas de las 20 personas que conocemos y que, durante este 2020, han empezado a vivir en un piso. Tener una vivienda les está permitiendo recuperarse de la vida en la calle y les devuelve su intimidad y protección. No hay duda: una vivienda es el primer paso para dejar de vivir en la calle. Sin embargo, hay otro factor condicionante: sentirse acompañado y acompañada.

Ya hace casi un año que Youssef empezó a vivir en un piso. Ha vivido diez años en la calle o, como él la llama, “la maldita calle”. Su salud empezó a empeorar, tuvo que ser hospitalizado y, desde entonces, se sirve de una máquina para respirar. Los meses de confinamiento a causa de la covid-19 los pasó en el piso. “Pasaba horas mirando la televisión o hablando con mi compañero de piso. Me permitió descansar después de tantos años viviendo en la calle”, explica.

Alfonso, en cambio, pasó todo el confinamiento en la calle porque no tenía un hogar donde resguardarse. Ha vivido durante cuatro años en la calle y el 16 de julio de 2020 entró a vivir en un piso con sus dos perros, Thor y Ulises. “Hay fechas que no se pueden olvidar y esta es una de ellas”, dice. Desde que empezó a vivir en el piso, su vida es más “ordenada y tranquila”.

Dejar de vivir en la calle y acceder a una vivienda significa recuperar muchos derechos perdidos y elementos tan básicos como la salud, la intimidad, la sensación de estar protegido, poderse duchar, comida caliente… “A mí me gusta cocinar y ahora puedo hacerlo porque tengo una cocina y una nevera. También puedo lavarme la ropa cuando lo necesito. Parecen cosas muy básicas pero todo esto te lo da el vivir en un piso”, comenta Alfonso.

Durante este 2020, desde Arrels hemos garantizado la vivienda a 235 personas. La mayoría viven en pisos individuales pero también hay quienes viven en pisos compartidos, una cuarentena de personas en un estado de salud frágil residen en la residencia Pere Barnés, y una decena más de personas duermen en el Piso Cero. En total, 20 personas han empezado a vivir en pisos durante este 2020.

En palabras de Ester Sánchez, responsable del equipo de Apoyo a la Persona, el hecho de acceder a un piso “posibilita una nueva vida, da descanso y una sensación de liberación porque la persona no tiene que estar todo el día intentando sobrevivir”. “Sin la vivienda no se puede empezar a reconstruir nada, es el elemento inicial que te da las paredes pero no es el único elemento. Si has vivido en la calle necesitas volver a colocar muchas cosas, necesitas sentirte en compañía.”

 

Acompañar en la calle y en el piso

La palabra que mejor define la labor que hacemos en Arrels sería ‘acompañar’, es decir, estar junto a la persona y ofrecerle apoyo en todo aquello que necesite. El acompañamiento es el eje transversal de todo lo que hacemos: cuando visitamos a las personas que viven en la calle para saber cómo están y también cuando la persona deja de vivir al raso y va a vivir a un hogar.

Reconectar con la red de salud orgánica y mental, conseguir el DNI o el NIE, realizar trámites para una ayuda económica cuando no se tienen ingresos o abrir una cuenta bancaria son algunos de los procesos en los que, las personas a las que garantizamos una vivienda, necesitan apoyo. No obstante, el hecho de acompañar significa mucho más, significa entender que empezar a vivir en un piso puede provocar inseguridades porque es una situación nueva, que hay que ir descubriendo lentamente los recursos que ofrece cada barrio o que la soledad casi siempre está presente.

El caso de Camilo es un ejemplo. “Cuando me dijeron que podía ir a vivir en un piso para mí solo acepté, pero casi nunca estaba en el piso porque, tras tantos años en la calle, sentía claustrofobia y había perdido muchos hábitos”, explica.

Cuando Camilo empezó a vivir en el piso, sufrió un accidente de coche que lo llevó al hospital y el cual, por un tiempo, le quitó la movilidad para vivir solo. Desde Arrels le dimos apoyo para que pudiera pasar las noches bajo cubierto, de forma temporal pero en un espacio seguro como el Piso Zero. “Eso me ayudó a sobrevivir, a no tener que pasar todo el día en la calle con las muletas”, recuerda. Ya hace meses que vive en su piso y comenta: “Ha mejorado mi salud y me ha permitido ganar mi intimidad pero hay otros problemas que no se solucionan teniendo un hogar, como la necesidad de tener ingresos”.

Ester Sánchez, del equipo de Apoyo a la Persona de Arrels, coincide con la reflexión de Camilo. “Tener una casa no lo soluciona todo de forma automática porque se trata de un proceso muy largo. Hay soledad y un cambio de rutina enorme; mucha gente no tiene ingresos y necesita depender de los servicios de asistencia para cosas básicas como la comida; aparecen malestares y sentimientos de vacío.” Acceder a una vivienda comporta nuevas responsabilidades porque también significa respetar una buena vecindad y, en el caso de las personas con ingresos, responsabilizarse de una parte del alquiler.

“El hecho de empezar a vivir en un piso posibilita todo un proceso. Hay quienes necesitan intentar vivir en un piso dos, tres y hasta cuatro veces. Lo más importante es mantener ese acompañamiento y que la gente no se sienta sola”, afirma Ester Sánchez.

 

“Hay que saber cuidar a las personas”

Cuando Camilo vivía en la calle compartió con un amigo muchas noches en un cajero y, casi cada madrugada, los despertaban y los echaban. A Alfonso, muchos fines de semana le robaban parte de sus pertenencias mientras pasaba la noche al raso. “Hay que saber cuidar a las personas que viven en la calle”, comenta Alfonso con más perspectiva. Y añade: “Los gobiernos deberían poner en práctica las soluciones que dicen tener. A los vecinos y vecinas que se preocupan por las personas que viven en la calle les diría que hablen con ellas y les pregunten qué necesitan. Se necesita más empatía”.

En Arrels intentamos cuidar a las personas a través del acompañamiento que hacemos desde los equipos profesionales y de voluntariado. “Hay personas que empiezan a vivir en un piso y que no hablan con nadie en toda la semana hasta que vamos a verlas. Otras personas empiezan a conocer el barrio y el entorno donde viven acompañadas por voluntarios y voluntarias”, relata Ester Sánchez.

Sin embargo, hay que ir más allá y buscar alternativas que hagan posible que nadie tenga que vivir en la calle. Actualmente, en Barcelona hay más de 1.200 personas viviendo al raso; en toda Cataluña, los últimos datos públicos de los cuales disponemos –del año 2017– hablan de 2.347 personas viviendo a la intemperie.

Desde Arrels, proponemos fortalecer los equipos de calle y crearlos en aquellos municipios donde no existan con el propósito de acompañar a las personas que viven al raso y saber qué necesitan; también habilitar espacios pequeños en cada barrio para acoger desde la proximidad; y atender desde cada municipio, siempre garantizando derechos básicos como el padrón. A medio y largo plazo, hay que apostar por el derecho a la vivienda como punto de partida, más allá de los servicios sociales, y establecer más mecanismos de prevención para que nadie pierda su hogar.

Todo para garantizar que toda persona tenga un hogar y se sienta, siempre, acompañada.

 

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