En el hospital, en un piso, albergue o residencia, en la calle y también en prisión. En Arrels acompañamos y apoyamos a personas sin hogar en cualquier situación para que no se sientan solas y sepan que pueden contar con alguien. Actualmente, dos personas que conocemos desde la entidad se encuentran en un centro penitenciario y las vamos a visitar regularmente para saber cómo están y si necesitan algo. Estos días hemos ido a ver a Jose.
Hace unos diez años que conocemos a María y Jose, ambos saben lo que es vivir en la calle y desde hace un tiempo su casa es una celda de un centro penitenciario, un “chabolo” como le dice él. En el centro de Quatre Camins, donde desde hace dos años está internado Jose, sólo se pueden hacer visitas los miércoles por la mañana. Dos personas se acercan a verlo de vez en cuando: una prima y también Josep Maria Anguera, educador de Arrels, una mañana cada mes.
Acompañar y apoyar a las personas que conocemos ante cualquier situación es uno de los pilares de Arrels y esto también incluye la prisión. “Las personas agradecen que alguien les haga compañía, charle con ellas y se interese y se preocupe por cómo están”, dice José María Anguera. En los últimos cinco años, en Arrels hemos acompañado y visitado a once personas que se encontraban internadas en un centro penitenciario.
Cuando entramos en la sala donde charlaremos durante una hora, Jose nos regala dos libretas y un cuadro de Picasso de colores vivos pintado por él en uno de los talleres que se organizan en la cárcel. Nos dice que es para la gente de Arrels y que lo colguemos donde queramos; ahora ya decora una de las paredes de uno de los despachos del equipo de Apoyo a la Persona.
Le preguntamos cómo está o si le hace falta algo. Habla animadamente de las actividades de manualidades que hacen en el centro: encuadernación, pintura, cartón piedra… es una manera de crear una rutina, ocupar el tiempo y distraerse, porque 24 horas son muy largas. “Tengo que hacer algo, no puedo pasar cada día en el patio caminando de punta a punta porque pensaría demasiado”, explica Jose.
Dice que lo que más echa de menos son las largas caminatas que hacía arriba y abajo por Barcelona. Después de dos años sin pisar la calle todavía le quedan algunos pero parece que dentro de poco, si todo va bien, podrá empezar a tener algún permiso para salir algunas horas. ¿Y cuando quede en libertad qué pasará? “Buscaremos algún recurso desde Arrels, no podemos permitir que cuando una persona sale de la cárcel vuelva a la calle”, asegura José María Anguera.
“Nos vemos en un mes”, nos despedimos. En unas semanas, otra hora.
Más allá de la prisión
Según la red europea Feantsa, vivir en prisión es una situación más de sinhogarismo porque no se cuenta con una vivienda. Cuando la persona sale de la cárcel, además, no siempre tiene un lugar donde estar segura ni alguien que le apoye y puede correr el riesgo de volver a la calle. Desde Arrels, intentamos que esto no ocurra y buscamos recursos de alojamiento donde estas personas puedan estar. También, si la persona lo desea, hacemos un acompañamiento más cercano para ayudarla a recuperar su ritmo de vida.
En este sentido, para algunas personas, después de años de estar en prisión, empezar de nuevo, recuperar la estabilidad, reincorporarse al día a día de la sociedad y combatir el estigma no es fácil. Se han dado casos de personas que, cuando quedan en libertad, no saben qué hacer, se encuentran perdidas y delinquen de nuevo para volver a entrar. “La prisión embrutece a la persona: saca autonomía, autoestima, habilidades y capacidad de decisión”, apunta José María Anguera.
Por otro lado, también hay casos en los que, entre el hecho del delito y el establecimiento de una sentencia judicial, pueden pasar meses, incluso años. Este atraso y la acumulación de causas legales pendientes puede dificultar, a veces, el proceso de rehacer la vida de la persona. Un ejemplo es el de Víctor, una persona con problemas de salud mental que acompañamos en Arrels que, con la ayuda de profesionales logró recuperar una cierta estabilidad. Sin embargo, años después del delito se dictó una sentencia que le obligaba a entrar en prisión y que hacía desaparecer todo el trabajo de mejora realizado hasta entonces. En este caso, finalmente, se pudo modificar y aplicar otro tipo de pena pero esto no siempre sucede y complica la recuperación de la estabilidad de la persona.