En Arrels no queremos que ninguna persona sea enterrada y despedida en soledad, es por eso que en el año 2009 nació la Barca de Caronte, un equipo que acompaña hasta el último momento de la vida personas que conocemos desde Arrels y que viven o han vivido en la calle. Os explicamos en qué consiste.
Hassan pasó diez años de su vida en la calle y tenía 49 cuando murió en el hospital. No fuimos avisados y fue enterrado sin nuestro conocimiento y en soledad. El coche fúnebre circulaba solo por las calles de Montjuïc, sin ninguna persona que lo acompañara y el nicho quedaba despojado de ornamentación y sin nadie a su lado.
Desde Arrels siempre hemos participado en la despedida de las personas sin hogar conocidas por la entidad que han ido muriendo pero, para que un caso como el de Hassan no se volviera a repetir, en 2009 nació la Barca Caronte, una comisión que vela para que todas las personas sin hogar que conocemos puedan ser acompañadas hasta el último momento de su vida y tengan una despedida en condiciones. “La Barca de Caronte nace para establecer un protocolo de actuación cuando una persona muere, para asegurarnos de que nadie sea enterrado en soledad y sin nuestro conocimiento”, apunta Josep Maria Anguera, miembro de la comisión. Desde su creación, ha apoyado en la muerte a 181 personas y anualmente ha organizado un acto para recordarlas.
Este año precisamente trasladamos el acto de recuerdo en la calle, en la Plaza Sant Jaume de Barcelona, con el apoyo de otras entidades con el objetivo de visibilizar esta realidad.
El proceso de despedida
El equipo de la Barca de Caronte está formado por un trabajador y tres voluntarios de Arrels que siguen unas líneas de actuación generales para que la persona no sea despedida y enterrada en soledad.
Cuando una persona muere, el equipo se coordina con los Servicios Funerarios, elabora un recordatorio y avisa del fallecimiento y de la fecha del entierro a todos los miembros de la entidad: personas atendidas, voluntarias y profesionales. Porque todo el mundo tiene el derecho de ser enterrado con compañía.
Paralelamente, se contacta con los familiares y se comunica el fallecimiento. En algunos casos, conversando con la familia del fallecido, se destapan largas historias de desarraigo, quebradizas familiares, abandonos y desapariciones.
La mayoría de las veces el adiós consiste en esperar el coche fúnebre y acompañarlo hasta un nicho del Ayuntamiento donde se dicen unas breves palabras de despedida. Cada entierro está guiado por la propia personalidad de la persona y siempre se asegura un ramo de flores y la lectura de un texto. En la despedida del Leonardo, por ejemplo, algunos de sus compañeros pidieron poder depositar sobre la caja fúnebre un paquete de tabaco y un mechero. En otro entierro se leyó una canción de Camarón que la persona siempre cantaba a gritos y, en otro caso, la cuñada del fallecido, de religión musulmana, entonó un canto fúnebre en árabe.
60 años, 24 años menos de vida que el resto de barceloneses
La media de edad de las personas que recordamos este año es de 60 años, 24 años menos que la del resto de barceloneses. La persona más joven tenía 21 y la mayor 82.
La dureza y el esfuerzo que supone vivir en la calle, la exposición a agresiones, los consumos de tóxicos, la dificultad para seguir un tratamiento médico y el frío son algunos de los factores que debilitan la salud de una persona que vive al raso; una persona sin hogar, por ejemplo, no tiene a nadie que la cuide cuando está enferma.
¿Qué pasa cuando una persona sin hogar muere en Barcelona?
En un hospital, en una pensión, en una habitación de alquiler, en una residencia o en un albergue. La mayoría de las personas que recordamos año tras año han muerto bajo un techo, algunas otras en la calle y unas pocas nos han dejado teniendo un hogar.
En caso de que la persona fallecida o su familia no tenga suficientes recursos para pagar un entierro se lleva a cabo un entierro de beneficencia. En estos casos la persona es colocada en un nicho del Ayuntamiento sin lápida ni nombre donde estará durante cinco años; después de este tiempo, los restos se depositan en los osarios de cada cementerio.
Actualmente sabemos que hay 941 personas que duermen en la calle en Barcelona pero no sabemos cuántas personas sin hogar mueren en la ciudad, en qué condiciones lo hacen y si todas ellas son acompañadas dignamente en su despedida.
Otras acciones en todo el mundo
En otras ciudades del mundo también se realizan acciones en recuerdo a personas sin hogar. La Comunidad de San Egidio organiza en varias ciudades italianas, Madrid y Barcelona una misa en recuerdo a Modesta, una mujer sin hogar de 71 años que murió en 1983 en una estación de tren a Roma para que nadie la quiso socorrer, y a todas las personas sin hogar fallecidas en soledad.
En París, la agrupación francesa Collectif des morts de la rue lleva a cabo anualmente un acto en las calles de la ciudad para hacer visible esta realidad.
En Londres se realiza cada mes de noviembre un memorial organizado por las entidades The Connection at St Martin’s y Housing Justice. Se leen los nombres de las personas sin hogar fallecidas durante el último año conocidas por diversos recursos de la ciudad.
Fuera de Europa también hay algunos ejemplos, como es el caso de la ciudad de Toronto en Canadá, donde la iglesia de la Santa Trinidad realiza un memorial el segundo martes de cada mes para recordar aquellas personas que han muerto a consecuencia de haber vivido en la calle.
En uno de los estados de Estados Unidos, Ohio, la entidad Northeast Ohio Coalition for the Homeless organiza anualmente desde el año 1999 un memorial en recuerdo a las personas sin hogar fallecidas, ya que muchas de ellas no han tenido un funeral ni ceremonia de despedida.