Desde el inicio del confinamiento y del estado de alarma, en Arrels ofrecemos servicios básicos a personas que viven en la calle, garantizamos el alojamiento a 200 personas y hemos abierto nuevos proyectos para responder a nuevas necesidades. Lo estamos haciendo con el apoyo de mucha ciudadanía implicada y con la colaboración de personas que han vivido en la calle o que viven y que también quieren ser parte activa.
“Los lunes, miércoles y viernes a las 9:30h de la mañana vengo al centro abierto para ayudar a preparar la ropa que nos piden desde los nuevos equipos de calle de carácter asistencial. Hay gente que necesita unos calcetines, otros unos zapatos… También vengo por la tarde, para poner la lavadora y la secadora y ayudar para que funcione el servicio higiénico.”
Davide es una de las personas que estos días hace posible que los servicios que tenemos en marcha continúen. Ha vivido en la calle muchos años, desde hace unos meses vive en un piso para él solo y hace tiempo que participa en tareas de la entidad. En este contexto del covid-19, y como otros compañeros, lo sigue haciendo.
Davide y Óscar organizan el ropero, Ramon ayuda a cargar y descargar productos que nos llegan, Albert se encarga del café… “Echo una mano llevando alimentos de la residencia de Arrels al Piso Cero y també colaboro en el ropero. Estamos en servicios minimos, las personas que vienen al centro abierto ya no puedo quedarse a descansar pero mantenemos el servicio de duchas, y nuestro trabajo hace que esto funcione”, explica Óscar.
A consecuencia del coronavirus, hemos readaptado algunos servicios y la manera de gestionarlos. El confinamiento que todos y todas tenemos que seguir ha provocado que menos personas voluntarias puedan venir a echar una mano pero también ha visibilizado el apoyo ciudadano y la implicación activa de personas que han vivido en la calle o que todavía viven en ella y que están colaborando de diferentes maneras.
Una de las personas que habitualmente hace uso del centro abierto y que sigue viniendo es Antonio. Vive en la montaña y explica que, aunque hay recursos para personas sin hogar que han tenido que cerrar debido al coronavirus, los lugares donde él suele ir para desayunar, comer o ducharse siguen abiertos. “Me gusta que se preocupen por mí. La sensación es que ahora la gente te ayuda más, que el corazón está más blando”, dice, y añade que a él también le gusta ayudar cuando puede. Unos metros más allá, está sentado D., que aprovecha para comer; vive en la calle desde hace tiempo, no tiene documentación porque le robaron y destaca que su tiempo lo destina sobre todo a mantenerse seguro, “porque vivir en la calle es difícil y peligroso”.
Petits gestos entre companys
“Lo que pasa es que el que está ahora en la calle no tendria que estar en la calle”, afirma José. Descansa en una habitación desde hace unos meses porque una vecina le ayuda y estos días sigue utilizando el centro abierto y visita otros recursos donde puede recoger comida. Y él también lo hace: en la entrada, dos mujeres pedían información sobre los comedores y les ha ofrecido algunos alimentos que llevaba.
Gestos como estos se dejan ver estos días entre las mismas personas afectadas por el sinhogarismo. Un hombre que hace poco que vive en un piso baja algunas tardes a la calle para buscar a un amigo que aún duerme al raso y acompañarlo a pasar la noche en el Piso Cero de Arrels; hay personas que comparten piso y que se encargan de comprar o de recoger la medicación porque los compañeros no pueden; otros escuchan y dan apoyo emocional…
“Si alguien necesita tabaco, le doy; si veo que con un cortado un compañero se sentirá mejor, se lo llevo. Si alguien que va en silla de ruedas necesita ayuda, le ayudo”, comenta Vicente, que vive en la residencia Pere Barnés de Arrels con otras 40 personas que tienen una salud delicada. Explica que el confinamiento está siendo duro, “se acumulan los nervios y lo llevamos lo mejor que podemos, por eso tenemos que ayudarnos”.
Colaborar más allá del coronavirus
Para ocupar el tiempo, para sentirse útil, por compañerismo, etc. Son algunos de los motivos por los que muchas personas sin hogar se implican y colaboran estos días, como otros ciudadanos y ciudadanas. Hay, sin embargo, un hecho diferencial: saben lo que significa vivir en la calle y, desde su experiencia, quieren aportar.
“Yo vivía en la calle y sé de lo que hablo. Las personas que estos días viven en la calle lo deben estar pasando muy mal “, resume Vicente desde la residencia de Arrels. Y Davide apunta: “Cuando has pasado por esa situación, sabes que ofrecer una palabra o una ducha caliente es una ayuda útil. El coronavirus no deberia ser una excusa para ayudar porque, con o sin él, habrá personas que vivan en la calle”.
En Barcelona, antes de la crisis por el covid-19 se contabilizaban más de 1.200 personas viviendo en la calle y parece que la situación se agravará. Conseguir que nadie viva en la calle es un hito que necesitará de la implicación de muchas personas. Como resume Óscar, “necesitamos que la gente que tiene una casa colabore con las personas que duermes en la calle; es algo que pueden hacer incluso durante el confinamiento”.
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