A finales de noviembre salimos a la calle en Barcelona para encuestar a las personas que viven al raso en la ciudad y saber, entre otras cosas, cómo viven la pandemia por covid-19. El 22% nos han explicado que nunca antes habían vivido en la calle, más del 80% no han utilizado las plazas de emergencia habilitadas por la covid-19 y un 34% se han hecho pruebas PCR, a pesar de tratarse de un colectivo de riesgo. Lo detallamos a partir de las entrevistas a 367 personas que viven en la calle en Barcelona.
¿Quién ha empezado a vivir en la calle desde el inicio de la covid-19?
Una quinta parte de las personas que viven en la calle en Barcelona, el 22% del total, han comenzado a vivir en la calle en el contexto de la pandemia por covid-19. Antes del pasado mes de marzo no habían vivido al raso. El porcentaje de personas que se encuentran por primera vez en esta situación no es superior al de años anteriores. Siempre que salimos a la calle a hacer encuestas conocemos a personas que hace poco tiempo que viven al raso (por ejemplo, en 2019 un 34% de las personas hacía menos de seis meses), lo que pone de manifiesto que hay carencias en el sistema de prevención y protección social. En el contexto de pandemia, el sistema ha seguido fallando a pesar de la llamada al confinamiento, y hay muchas personas que han perdido su casa y se han sumado a las personas que ya se encontraban en esta situación.
Las personas que han empezado a vivir en la calle desde el inicio de la covid-19 hace, de media, 4 meses que están en esta situación. Este tiempo de estancia en la calle puede parecer corto en relación a trayectorias mucho más largas pero se traduce en un grave y rápido deterioro de la situación de la persona. Además, desde el centro abierto de Arrels observamos, desde hace unos meses, los efectos de la crisis social de la covid-19: personas que se han quedado sin trabajo y hogar y dificultades para acceder a los servicios sociales y obtener una respuesta rápida, entre otros.
8 de cada 10 personas que han comenzado a vivir en la calle desde el inicio de la covid-19 son migradas (y un 55% de países extracomunitarios). El contexto de la crisis social de la covid-19 consolida un incremento de las personas migradas que se encuentran en situación de tener que vivir en la calle, que observamos desde los últimos años (de un 66% en 2016, a un 71% este 2020 y hasta un 78% entre las que llevan menos de 9 meses en la calle).
¿Quién se ha podido alojar en los equipamientos temporales por la covid-19 y el estado de alarma?
Sólo el 11% de las personas que viven en la calle en Barcelona nos han explicado que en algún momento se han podido proteger en los equipamientos de emergencia que el Ayuntamiento abrió desde finales de marzo por la covid-19, el estado de alarma y el confinamiento. Hasta un 83% de las personas entrevistadas no han utilizado estas plazas, que en su mayoría no daban respuesta a las necesidades y situación compleja de muchas personas que viven en la calle. En cambio, sirvieron para prevenir nuevas situaciones de sinhogarismo en la calle: según el Ayuntamiento, un 40% de las personas alojadas no vivían previamente en la calle.
Las personas que explican que sí que accedieron estuvieron, de promedio, casi 2 meses: un 37% en la Fira de Barcelona y el resto en otros espacios. Proporcionalmente han tenido más acceso a los alojamientos las mujeres que los hombres (un 19% de las mujeres y un 9% de los hombres); y las personas nacidas en el Estado español también han pernoctado en mayor medida que las migradas (afirman haber accedido un 15% de las personas nacidas en el Estado español, un 10% de las de países comunitarios y un 9% de países extracomunitarios). De media, hace 4 años y 10 meses que viven en la calle.
¿Cómo han vivido la pandemia y qué dificultades tienen?
La pandemia por covid-19 ha agravado la situación de las personas que viven en la calle en Barcelona y las mujeres han sido especialmente afectadas: más de un 60% afirman que están peor que antes del inicio de la pandemia (un 45% entre los hombres). También las personas migradas de países extracomunitarios (un 52%). Durante las entrevistas, las personas que viven en la calle han explicado que los principales motivos para estar peor son la pérdida de trabajo o las dificultades para encontrar uno, tener menos ingresos, la falta de vivienda, las dificultades para pedir ayuda o el aislamiento social vivido en el contexto del estado de alarma.
La mitad de las personas encuestadas nos han explicado que tienen dificultades para alimentarse con comidas calientes (el 52%), para hacer trámites de documentación (el 51%) o encontrar sitios donde descansar durante el día (el 47%). También les cuesta, incluso, contactar con su referente social (el 46%), acceder a roperos donde cambiarse la ropa (el 45%) o a servicios de higiene (el 42%).
Sin plan de cribado ni plan de vacunación
Desde el inicio de la covid-19, no se han activado planes de cribado específicos para las personas que viven en la calle ni se han dotado los equipos de calle de profesionales de la salud, lo que podría reforzar la difícil vinculación de las personas sin hogar al sistema sanitario y a la atención primaria específicamente, más allá de los servicios de urgencias. Este es uno de los retos de la atención sanitaria a las personas que viven al raso, que toma más importancia en el actual contexto de pandemia.
El 34% de las personas encuestadas afirman que en algún momento les han hecho una prueba PCR y un 4% mencionan otras pruebas para detectar si tenían la covid-19 (como controles de temperatura o análisis de sangre). Un 2% de las personas encuestadas consideran que han tenido la covid-19 y un 5% afirman haber tenido síntomas (se trata de datos de enfermedad percibida y no en base a un diagnóstico, por lo que no son comparables con datos sobre la incidencia objetiva de la covid-19).
Entre las personas que viven en la calle que afirman haber tenido la enfermedad o síntomas, sólo un 62% han tenido acceso a pruebas PCR. Han tenido acceso un 56% entre las personas que se han podido alojar en las plazas de emergencia por la covid-19. Tal y como expone Daniel Roca, médico referente en sinhogarismo en el CAP Drassanes de Barcelona, los valores de cribado óptimo deberían estar por encima del 90%; especialmente entre las personas alojadas en estas plazas —con más riesgo de covid-19 por ser espacios cerrados— y las que han tenido síntomas.
Desde finales de diciembre, con el inicio de la vacunación contra el coronavirus, “las personas sin hogar deberían considerarse un grupo de riesgo prioritario para ser vacunado”, afirma el doctor Roca. “Por muchas razones: suelen ser personas con problemas de inmunidad, con una mala nutrición, con más enfermedades crónicas, con patologías respiratorias, con incidencia de problemas de alcoholismo o adicciones… Seguramente con más razón las personas sin hogar alojadas en centros públicos y privados, porque son espacios cerrados”, añade.
21 personas que vivían en la calle han muerto durante la pandemia
Tener que vivir en la calle supone un esfuerzo constante para la persona y la expone a muchos riesgos que deterioran su estado de salud y acortan los años de vida. Vivir en la calle es peligroso todo el año y, a lo largo de los 365 días, se suceden días de frío intenso, de lluvia o con temperaturas muy elevadas; agresiones físicas y verbales; largas distancias para desplazarse cada día entre los recursos, etc. La pandemia por covid-19 ha evidenciado y agravado los riesgos que sufren las personas que viven en la calle.
Desde el 14 de marzo del año pasado —cuando se decretó el estado de alarma— y hasta la actualidad, nos han dejado 21 personas que vivían en las calles de Barcelona. La más joven tenía 22 años y la mayor tenía 71. De estas 21 personas, 17 han muerto directamente en la calle. Los motivos no son directamente la covid-19 pero el contexto de pandemia sí está presente. En abril, en pleno confinamiento estricto, tres personas que vivían en la calle fueron víctimas de homicidios violentos. Otros dos hombres murieron pocos días después del inicio de la pandemia y en octubre a causa de otras violencias. Y estos primeros días del 2021 y de frío intenso, otras tres personas han muerto mientras dormían al raso.
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